Pregunta.- ¿Que opina sobre el divorcio? Parece ser un tema muy delicado.
Respuesta.- Efectivamente, es delicado ¿Que opinión que se acerque a la realidad, y discrepe del pensamiento políticamente correcto no es delicado?
P.-Nosotros queremos que su opinión refleje lo que usted piensa y siente, y no solo lo que aconseje la doctrina cristiana, sea evangélica, católica, etc.
R.- Es que mi pensamiento concuerda en toda su plenitud con la auténtica doctrina dada por Jesucristo. En eso me esfuerzo.
P.- Usted ha demostrado en entrevistas anteriores un carácter tolerante, y hasta comprensivo según sus propias palabras. ¿Debemos creer que en este tema es usted crítico a machamartillo?
R.- No se trata de ser crítico o tolerante. Eso es una deformación horrible de la verdadera fe, y la auténtica comprensión de la debilidad del ser humano perdido. Se trata de establecer la correcta comprensión cristiana de este terrible acontecer.
P.- ¿Aunque sea duro o rígido?
R.- Hay que contemplarlo a la vez, desde el punto de vista del amor y no de la ley y los conceptos cerrados. La ley humana es necesaria para la convivencia civil, pero aquí hablamos de ley divina. Y sea como sea, el divorcio es una fuente de sufrimiento, a veces insoportable por todos los implicados.
P.- ¿Como es eso?
R.- En primer lugar, hay que distinguir los significados exactos de las palabras repudio y divorcio. Jesús rechazó el repudio, que en su tiempo era caso consuetudinario en Israel. El divorcio como resultado de repudio, no es igual que un divorcio por mutuo consentimiento. Las situaciones son totalmente distintas.
P.- Pero ambos son rechazables.
R.- Solo tienen eso en común; que son detestables. Se sostiene por muchas iglesias, que el matrimonio (y más el cristiano) es indisoluble. Por tanto el divorcio es totalmente rechazable, y no se acepta por muchas iglesias. Jesús dijo que no… pero, ¿se hace ya algún caso a lo que dijo Jesús?
P.- Pero usted dice que no es igual que el repudio ¿En que se funda el matiz diferenciador? ¿Y qué los hace similares, si no iguales?
R.- El repudio era únicamente practicado por varones, que dejaban a las mujeres sin hogar, sin honra, sin porvenir, y hasta sin hijos que pertenecían al marido. No es menuda la diferencia. Y esto, expuesto a vuela pluma, debido a la brevedad que se me solicita por limitación de espacio.
P.- ¿Divorcio o la anulación? No se entiende ese complicado proceso.
R.- Se ve mejor por algunos ejemplos. Una chica de 13 a quince años es prácticamente obligada a casarse con un chico que tiene, por ejemplo, veintidós. Cuando esa joven es mayor no parece de justicia, ni siquiera de lógica, que deba de estar sujeta a una situación que se generó cuando ella no tenía ni la menor idea de lo que hacía. O lo que tal vez le impulsaban a cumplir.
P.- ¿Se trata del falso consentimiento, etc.?
R.- En efecto, algo así. Hay gente que engaña desde antes del matrimonio, y después de logrados los propósitos y objetivos por los que lo contrajo, se marcha, o maltrata para conseguir otros fines igualmente inmorales.
P.- Ese es un ejemplo bastante digno de tenerse en cuenta.
R.- Es un ejemplo entre miles. La chica mencionada, carecía de madurez sicológica y biológica. Se puede comprender que, por causa del miedo o la temeridad juvenil, un matrimonio (en este caso) carece de fundamento moral vinculante. Puede ir a las causas que, en el catolicismo, contemplan la nulidad; y hay una larga lista de tales causas.
P.-Pero la chica de este ejemplo ya está casada. Por tanto no se puede divorciar.
R.- Eso dice la ley. Aunque hay matices que son decisivos. Malos tratos, legislación favorecedora del divorcio, etc. Todavía se puede contemplar que esta mujer viva, si no dichosa, conforme con su situación y que, además, sea capaz de soportar una aporreada vida con un sujeto que la maltrate o la envilezca.
P.- ¿Pero si decide separarse?
R.- Si ella decide evitar esa humillante e indigna situación ¿quien está autorizado y capacitado para juzgar si se separa y se casa, esta nueva vez, con plena conciencia de lo que hace y en el Señor? Yo desde luego no. Dios sabrá que hacer. Como dice Ratzinger como Papa en su libro “Jesús de Nazaret”, no podemos penetrar en la mente profunda de Jesús.
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