P.- ¿Es cierto que no es usted partidario del llamado ecumenismo?
R.- Al contrario. Creo que no hay mayor partidario que yo, de que todos los que profesamos ser cristianos estemos unidos como mandó nuestro maestro y señor Jesucristo. De lo que no soy partidario es de una unión artificial y política, para emprender todos un camino errado.
P.- Conseguir la unión de las iglesias cristianas sería un golpe definitivo contra la incredulidad y la dispersión de esfuerzos por parte de las distintas iglesias.
R.- Debería ser, aunque no parece que pueda ser así ya que la unión sería por uno de dos diferentes motivos siguientes. O por los dos.
La unión en una síntesis con la que todos quedarían relativamente contentos.
La unión e identificación con la más fuerte de todas socialmente, con lo que las demás quedarían fagocitadas, renegando de sus convicciones y la supuesta pureza evangélica.
Si la unión, que no la unidad, se realiza sin la conjunción de todos hacia Cristo, y solo resulta una transacción humana, no vale espiritualmente nada, por muy bien intencionada que sea tal unión. Seguiremos en lo mismo.
P.- Usted no propone nada razonable ni practicable.
R.- Es que no puedo aceptar, nada de lo que se propone. Es que no puedo proponer otra cosa que no sea la pureza de doctrina, y renuncia a todos los elementos adicionales a esta. No es tan difícil de comprender. Si no se renuncia a lo secundario, se corrompe todo el mensaje de Jesús y su obra. Ya lo dijo una persona tan conspicua como Ratzinger.
P.- Estas renuncias significarían la destrucción de los cimientos de las principales religiones cristianas.
R.- No lo creo; y no tendría tanta importancia siendo renuncias sinceras y consensuadas en el amor de Cristo, por todos los que quieran seguir este camino. Se me puede tachar de iluso y fuera de razón, pero el mensaje de Jesús es claro y terminante.
P.- La verdad es que lo que dice tiene sentido. Las disputas y acusaciones mutuas entre iglesias llamadas cristianas es poco edificante. Parecen políticos a los cuales el adversario les parece malo, mentiroso, y errado totalmente.
R.- Ya es bien feo que las distintas iglesias mantengan pugnas, rivalidades y hasta enemistades. ¡Que ejemplaridad para los de fuera! En algunos casos se producen persecuciones, y otros inciviles abusos nada cristianos. Pero es preferible que sea así, a que todas al unísono renuncien al verdadero mensaje de Jesús, en aras de una unión que pienso que en los casos propuestos sería espuria. Naturalmente para cada uno lo suyo sería, como es ahora, lo bueno y lo demás desechable.
P.- Eso que dice es muy fuerte y puede que no sea usted bien comprendido.
R.- Soy consciente de ello y, créame, que lo lamento más que nadie. Sé positivamente que lo que propugno parece una utopía, tal como utopía es el amor a los enemigos, las bienaventuranzas y ofrecer la otra mejilla. Lo dijo Jesús, no Pinocho.
P.- Pensando y explicandose de esta manera pocos amigos va usted a tener.
R.- Al decir esto solo hago crearme contradictores de todas las tendencias y, como usted dice, no ser bien comprendido por nadie. No trato de compararme con los grandes hombres, pero ninguno fue bien comprendido ni por los suyos. Por eso, con la mayor reverencia, procuro estar en todos y con ninguno.
P.- Las bienaventuranzas y el amor mutuo etc., son imposibles en un mundo como el que vivimos; en una humanidad agitada y peligrosa.
R.- Se aceptan o no, pero no se pueden desvirtuar a capricho para adaptarse al discurso pagano. El mandamiento de Jesús es concreto y aparentemente áspero, pero es su mandamiento. Se toma o se deja, sin modular a conveniencia por mucha teología o erudición que se le eche encima. Ya en su tiempo tacharon a Jesús de utópico, revolucionario y fuera de razón. Y ahí está el cristianismo.
P.- Siempre será mejor estar unidos que separados.
R.- No sabría decirle. La noble emulación entre personas y organizaciones es buena, ya que mantiene el espíritu despierto. La pura y dura competencia en cambio (aunque también algo consiga), se basa en propuestas irreconciliables alrededor del mensaje de Cristo, y eso no parece que sea bueno. Insisto en que el desprendimiento de las adherencias innecesarias, es la clave para una unión en el verdadero mensaje, y la directa relación con el Cristo de amor.
P.- Pero ninguna iglesia va a renunciar a su tradición y sus normas y prácticas.
R.- Si quieren, no es un obstáculo insalvable. El gran obstáculo siguen siendo las instituciones y los intereses creados, tan difíciles de sacrificar, y eso es entendible porque somos humanos. Si prescindimos de minucias y nos centramos en lo que de verdad es importante, se verá que podemos. Solo hay que obedecer a Jesucristo y respetarse mutuamente, cosa que no sucede.
P.- ¿Que creencias son comunes para en base a ellas poder llegar a la unión?
R.- Muchísimas. Todos creemos en un solo Dios, y creemos en Jesucristo como hijo de Dios, y la imagen de su sustancia. Creemos en el Espíritu Santo. Todos decimos acatar y obedecer las normas bíblicas, que no son tan complicadas. Podemos practicar la mesa del Señor de distintas maneras, sin que padezca la unión. El Credo, es aceptado por prácticamente todos. Quite usted de él la palabra “romana” y ya está. No es tan tremendo.
P.- ¿Y la palabra católica?
R.- Católico significa universal. Es palabra que pueden usar todas las denominaciones cristianas. Por ahora católico es, para casi todos, romano. Pero todo eso son temas circunstanciales, y según para quien. Hay quien hace de esto un motivo de guerra. Cuando se habla de vida eterna, un Dios omnipresente, amor, comprensión, etc. estas cosas, que no digo que carezcan de importancia, no son significativas, y menos causa de divisiones y luchas crueles.
P.- ¿Que cosas hacen estas diferencias tan alejadas entre sí?
R.- Multitud de cosas. La mayoría cuestiones de procedimiento, más que de doctrina real. Lo que ocurre es que asuntos accesorios toman naturaleza distintiva, y por lo tanto se convierten en fundamentales para cada grupo. Estas solo avalan tesis triviales, que son precisamente las que separan.
P.- Los protestantes y otras ramas “heréticas” tampoco ceden mucho en sus posiciones.
R.- Por lo que contrasto, creo que perciben un peligro real de ser obligadas a renunciar a sus principios y practicar un “seguidismo”, que ya parece que se está produciendo más o menos lentamente. La sencillez o simplicidad evangélica es incompatible con los grandes pronunciamientos, y las grandezas del siglo. Y ellos, tampoco parecen con deseos de cambiar.
P.- Pero ese seguidismo sería volver a la antigua iglesia cristiana.
R.- El catolicismo está separado de los ortodoxos, que se proclaman desde siempre (como su propio nombre indica), ser los que están situados en directo entronque con la iglesia antigua. No obstante si en Occidente se dice del catolicismo ser continuador de la iglesia primitiva (o mejor, de las primitivas iglesias), el protestantismo viene a ser la misma iglesia ya reformada. Contemplar esto desde una perspectiva bíblica favorecería la unidad. De veras, que no lo creo tan dificil.
P.- Esa reforma ya se hizo en varios concilios y sobre todo en el de Trento.
R.- En Trento no se hizo prácticamente nada, sino solo apuntalar a la iglesia medieval, para no cambiar nada sustancial; solo lo que fuera en contra de lo que las iglesias reformadas solicitaban. Estas siempre lo pidieron desde dentro de la propia iglesia.
P.- Los protestantes se situaron fuera de la iglesia.
R.- Hasta Nicea no hubo problemas insolubles. La herejía arriana también desapareció, o por lo menos no tuvo la pujanza anterior. La unión hubiera sido posible aceptando todos la reforma “reformada” Ahora ya está todo muy deformado y mundano.
P.-Se consideraba que no tenían razón.
R.- ¡Hombre, y aunque no la tuvieran! Recuérdese a Fray Jerónimo Savonarola, Jan Hus, y tantos otros más, quemados, torturados y entregados continuamente a la Inquisición. Algo de razón tendrían cuando daban su vida, como los primeros mártires, para defender la pureza en el seguimiento de Jesús. Errados o no, aquello fue terrible.
P.- Eran otros tiempos.
R.- Naturalmente, pero otros tiempos para todos. Y lo que va contra el evangelio no lo debe sostener nadie, por muy políticamente conveniente que parezca.
P.- ¿Y que hay de los reformadores?
R.- Tanto Lutero como Calvino tuvieron que salir por pies para librarse de la Inquisición. Hasta los emperadores los persiguieron. Eso es historia archiconocida. Y muchos (ahora santos) fueron encarcelados por considerar peligrosos sus escritos o pronunciamientos.
P.- Pero eso ya va cambiando cada vez más
R.- Lutero ya ha sido reconocido por el catolicismo y Jan Hus está siendo rehabilitado también, si bien se dice que por el excesivo castigo que recibió. Pero es rectificar. Y un avance alentador, aunque casi imperceptible para casi todos los fieles. Y el catolicismo, desde adentro, soporta muchas presiones por sus mismos militantes.
P.- Se dice que los protestantes eran hombres irresponsables y deseosos de notoriedad.
R.- Eso lo puede decir el vulgo ignorante. Los conocedores saben que fueron hombres de erudición, inteligencia, y generosidad extraordinarias. Fueron sacerdotes que conocían las Escrituras, mejor que cualquiera de su época. Se dieron cuenta de la situación de la iglesia en su tiempo y quisieron poner orden. Aquí empezó todo.
P.- Pero se salieron de la Iglesia
R.- Fueron perseguidos y tuvieron que exiliarse unos y defenderse los otros. En el caso de Jan Hus fue la indigna traición del emperador Wenceslao temeroso de malquistarse a la iglesia, lo que le llevó a la hoguera. Calvino fue abogado y escritor de fuste. Sus excesos de celo y severidad me parecen excesivos, sobre todo para imponer a los demás, pero por lo menos parece que, aun en los errores que se le puedan atribuir, era bastante puro.
P.- ¿Entonces no fue por soberbia por lo que se separaron?
R.- Ni mucho menos. Lutero intentó defender su fe nada menos que ante el emperador Carlos V, lo cual indica que no era un frailecillo cualquiera. Es historia conocida por todos. Aunque las reformas que auspiciaba las quería desde el seno de la Iglesia, no fuera.
P.- ¿Calvino también?
R.- Calvino tuvo que ser reprendido por Farel, para que se quedara en Ginebra. No era su intención quedarse, y lo hizo porque se le puso en una terrible tesitura. Esas personas tuvieron defectos como cualquiera, pero en lo que respecta a su fe fueron valientes, desprendidos y generosos.
P.- Entonces eran hombres normales.
R.- Por supuesto. Eran hombres como cualquiera, pero sus vidas diferían diametralmente de las de la mayoría de los demás clérigos en una época en la que hubo nada menos que tres papas que se combatían y excomulgaban entre sí y una terrible corrupción en la iglesia.
P.- Histórico
R.- Esas circunstancias son historia y no hay por qué ocultarlas. Lo que toman los hombres en sus manos corre grave peligro de corrupción. Todo eso y más era lo que ellos trataron de purificar desde dentro.
P.- Por ejemplo.
R.- Por ejemplo el asunto de las bulas, la designación de obispos y cardenales y un sinnúmero de corrupciones. Jerónimo Savonarola se quedó dentro y lo torturaron, quemaron, y escarnecieron.
P.- Savonarola se quedó aunque muy crítico.
R.- Quedarse sosteniendo la pureza de la fe y la conducta era entregarse a la tortura y a la muerte. Bien es verdad que de todos lados hubo extralimitaciones extravagantes. Savonarola no era una excepción. Fue un hombre autoritario y fanático.
P.- Calvino fue el más fanático de todos. Se sabe lo que hizo en Ginebra.
R.- Se sabe todo. La historia es una chivata de marca mayor. Por poner un ejemplo conocidísimo el inquisidor Torquemada era mucho más fanático, y estoy seguro de que creía sinceramente que estaba haciendo un servicio importante a Dios. Torturó y quemó a muchas personas. Eso es fanatismo. Ser consecuente con lo que uno cree no es fanatismo, sino seriedad y coherencia, cosa que se echa mucho de menos en todos los aspectos de la vida.
P.- Todos se equivocaron.
R.- Efectivamente. Pero en tiempos de Alejandro VI, (Rodrigo Borgia), un papa extremadamente corrupto, o se estaba muy atento y precavido o se caía en su siniestra tenaza. Por supuesto que no se pueden negar los rigores de Calvino y el desdichado suceso de la quema de Servet al que ya perseguía la Inquisición , y al que por cierto se le erigió por los mismos protestantes una estatua en Ginebra, como símbolo de arrepentimiento, y reconocimiento de aquel horrendo pecado cometido por ellos mismos.
P.- ¿Entonces todos cometieron errores?
R.- Todos, pero en distinta y abismal proporción. No es lo mismo ser perseguido, que perseguidor. Ahora dejando atrás tanta barbaridad, todos y quiero decir “todos”, tienen que hacer sus cuentas, mirar su historia, y ponerse en el lugar que corresponde a una confesión cristiana. Lo demás, para mí, es política. Dicho todo esto con todos los respetos y con mansedumbre y reverencia. (1ª Pedro 3:15).
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